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LA CIENCIA DETRÁS DE LOS PRONÓSTICOS METEOROLÓGICOS Y SU PAPEL EN LA PREVENCIÓN DE TRAGEDIAS

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  • 6 jul
  • 2 Min. de lectura

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EDITORIAL


El desbordamiento del Río Guadalupe en el Sur de Texas entre el área de Kerrville y el Condado de Kerr ha dejado una profunda conmoción en la comunidad texana y el país entero, con al menos 70 muertos, decenas de desaparecidos y cientos de evacuados.

A raíz de esta tragedia, la falta de alertas oportunas ha generado fuertes cuestionamientos sobre la eficacia de los sistemas meteorológicos.

Esto nos lleva a examinar cómo funcionan estos sistemas, qué fundamentos los sustentan y qué tan confiables son en la predicción de eventos extremos.

¿Qué son los pronósticos meteorológicos?: Los pronósticos meteorológicos son estimaciones científicas del estado futuro de la atmósfera. Se basan en datos recopilados sobre temperatura, humedad, presión y viento, procesados mediante modelos matemáticos y simulaciones computacionales.

Estos modelos permiten anticipar fenómenos como lluvias, tormentas o huracanes con cierta precisión.

Los meteorólogos emplean satélites, radares, estaciones de observación y globos de radiosondeo para obtener información en tiempo real. Esta red de instrumentos alimenta supercomputadoras que ejecutan modelos numéricos, simulando el comportamiento atmosférico en distintos escenarios.

El clima cambia por factores naturales como la actividad solar o erupciones volcánicas, pero también por causas humanas como la emisión de gases de efecto invernadero. Estos cambios influyen en la frecuencia e intensidad de eventos extremos, complicando la labor de predicción.

¿Qué tan confiables son los pronósticos?: La precisión de un pronóstico disminuye con el tiempo. A cinco días, puede alcanzar hasta un 90 por ciento de fiabilidad; a siete días, baja al 80 por ciento, y a diez días, apenas ronda el 50 por ciento.

Esto se debe a la naturaleza caótica de la atmósfera, donde pequeñas variaciones iniciales pueden alterar drásticamente el resultado final.

Los modelos meteorológicos no ofrecen certezas absolutas, sino escenarios probables. El concepto de “efecto mariposa” -donde un pequeño cambio puede desencadenar grandes consecuencias-, explica por qué es tan difícil prever con exactitud eventos como el desbordamiento del Río Guadalupe.

¿Pero qué falló en Texas?: Según reportes, la cantidad de lluvia fue el doble de lo anticipado por el Servicio Meteorológico Nacional. La crecida súbita del río alcanzó niveles históricos en menos de 12 horas, sorprendió a campistas y residentes de esa área y zona del condado. La falta de alertas tempranas y evacuaciones preventivas agravó la tragedia.

Más allá de la tecnología, la efectividad de un sistema meteorológico depende de cómo se comunica la información. Las autoridades deben emitir alertas claras, accesibles y oportunas. La población, por su parte, debe estar educada para responder adecuadamente ante estas señales.

Y para mejorar la prevención, es urgente fortalecer la infraestructura de monitoreo, invertir en modelos más precisos y capacitar a los equipos de protección civil. Además, se deben establecer protocolos de evacuación en zonas vulnerables y fomentar la cultura de prevención en comunidades propensas a inundaciones.

En conclusión, la tragedia en el Río Guadalupe no solo revela las limitaciones técnicas de los pronósticos meteorológicos, sino también fallas humanas en la gestión de riesgo. La ciencia puede anticipar, pero la acción coordinada entre gobierno, medios y ciudadanos es lo que realmente salva vidas.

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C.P. Paúl A. Garza Dovalina
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