FORJADORES DE MÉXICO: ALVARO OBREGÓN SALIDO (1a. de 3 partes)
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Rafael Urista de Hoyos / Cronista e Historiador
Nació en Siquisiva, hacienda del municipio de Navojoa en el Estado de Sonora el 19 de febrero de 1880. Hijo de Francisco Obregón Gámez y de doña Cenobia Salido Palomares. Se dice que tenía sangre irlandesa y que algunos de sus antepasados habían sido aristócratas españoles. Ese mismo año quedó huerfano de padre, por lo que su madre debió ausentarse del hogar familiar encargando la crianza del niño Álvaro a sus hijas mayores: Cenobia, María y Rosa. Después entró a la escuela local, de la que su hermano José era el director.
Hacia fines de 1898, Obregón decidió revivir la antigua prosperidad de la hacienda familiar, comenzando labores de agricultor, pero la situación económica agravada por la crisis imperante en la región, sus rudimentarias herramientas, el clima y su escaso capital mermaron las tierras y lo obligaron a trasladarse a la ciudad de Huatabampo. Sin embargo, en sus intentos fracasados en convertirse en agricultor, logró conseguir ahorros que le permitieron comprar lo que él llamó “La Quinta Chilla” un sinónimo de pobreza y que era un predio semidesértico y que con el tiempo y con dinero que sorpresivamente le llegaba de sus “andanzas” revolucionarias, convirtió en un emporio de grandes alcances agrícolas; pero no nos adelantemos ya que esa es otra etapa de esta historia.
Ese mismo año de 1906, Álvaro Obregón conoció a Refugio Urrea con quien tuvo dos hijos, Humberto y María del Refugio. A partir de 1907, Obregón comenzó a manifestarse a favor de las corrientes políticas de aquellos días. En principio se declaro partidario de su paisano licenciado Ramón Corral que más tarde se convertiría en Vicepresidente de Porfirio Díaz, o sea, que eventualmente y en forma indirecta, se convirtió en partidario de la dictadura de Porfirio Díaz. Más tarde y a partir de 1910 y viendo el avance del antirreeleccionismo liderado por don Francisco I. Madero cambió de “chaqueta” y se declaró partidario de Madero y su lucha contra la dictadura, aunque no participó en ninguna acción armada sino hasta 1912 cuando el gobernador de Sonora don José María Maytorena, solicita a los municipios que formen tropas irregulares, con objeto de oponerse a los ataques de las fuerzas rebeldes de la sublevación de Pascual Orozco contra el gobierno de Madero.
En una nota autobiográfica (de su libro “Ocho mil kilómetros en campaña”) Obregón anotaría más tarde la vergüenza que sintió al presenciar en su pueblo la entrada triunfal de los maderistas al pensar que él en nada les había ayudado. Sus contrarios dirían en cambio, que lo que sintió fue envidia al ver que se integraba una nueva casta gobernante de la que él estaba perdiendo la oportunidad de formar parte decidiéndose finalmente a combatir a la rebelión orozquista.
Álvaro Obregón se distingue como organizador y al poco tiempo se convierte en teniente coronel del cuarto batallón de irregulares, al frente de trescientos hombres, principalmente de indios yaquis y mayos. Su improvisado ejército sólo cuenta con dos fusiles, pues casi todos sus combatientes van armados con arcos y flechas. Esas fueron las primeras milicias del que fuera uno de los principales estrategas de la Revolución.
Ante los acontecimientos de “La Decena Trágica” y la toma del poder por el usurpador Victoriano Huerta, todo el norte del país se levantó en armas para deponer al traidor, reuniéndose en torno al entonces gobernador de Coahuila Venustiano Carranza, quien proclamó el “Pan de Guadalupe”, oficializando así la lucha contra Huerta. Obregón se unió al movimiento y fue nombrado jefe militar de la ciudad de Hermosillo, desde donde partió, al mando de quinientos soldados, para tomar la plaza de Nogales, lo que se dificultaba por las condiciones del clima y la destrucción de las vías de comunicación por parte de las fuerzas federales; sin embargo, Obregón tomó la ciudad y con ello logró pertrechar y aumentar sus fuerzas. Esta batalla fue importante para él, no sólo en aspecto militar, sino también político, pues en esta acción participaron también personajes que llegarían a ser relevantes en el futuro, como Plutarco Elías Calles, Esteban Baca Calderón, Arnulfo R. Gómez y Manuel M. Diéguez.
Después de Nogales, rindió a la guarnición de Cananea, derrotando posteriormente al general huertista Pedro Ojeda en Naco, Sonora. Más tarde, después de ganar la batalla de Santa Rosa el 13 de mayo de 1913, atacó el puerto de Guaymas siendo rechazado en los varios intentos por ocuparlo por lo que decidió continuar su avance hacía el sur. Esta derrota en Guaymas contradice la versión de que Álvaro Obregón fue un general invicto, es decir que nunca conoció la derrota. Los obregonistas contrarios al villismo siempre presumen eso de que Obregón fue un general invicto que nunca conoció la derrota, en contraposición de que Villa fue derrotado muchas veces, pero lo que nunca dicen es que mientras Obregón sostuvo cuando mucho poco más de veinte combates, Pancho Villa fue actor en más de ciento cincuenta batallas.
A partir de la toma de Naco, Obregón se convirtió en el general más importante para Carranza quien lo nombró comandante militar de los Estados de Sonora, Sinaloa, Durango, Chihuahua y Baja California. Tras ocupar Culiacán, se lanzó a la toma de Topolobampo, auxiliando a los generales Rivero e Iturbe quienes tenían sitiada a la ciudad. En esta batalla, según algunos historiadores, se utilizó por primera vez en el mundo un avión como instrumento bélico.
En marzo de 1914, Carranza ordenó a Obregón, ya como jefe del ejército del noroeste, comenzar la campaña hacia el sur temiendo Carranza que el general Villa se les adelantara en la carrera por la ciudad de México, ya que el llamado jefe del ejército del noreste, el inepto Pablo González, prácticamente era un cero a la izquierda. En mayo de ese 1914 Obregón comenzó su marcha hacia el sur aprovechando la poca atención que el gobierno de Huerta prestaba al occidente del país, ocupando sucesivamente los puntos de Mazatlán, Tepic y Colima. En julio, después de la batalla de Orendain entró en Guadalajara que ya estaba en poder del general Lucio Blanco quien la tomó a sangre y fuego. El general Lucio Blanco fue un gran refuerzo para Obregón quien le fue enviado por Carranza cuando aquel se atrevió a efectuar el primer reparto de tierras antes que el primer jefe Carranza quien en castigo lo envió a las órdenes de Obregón; en realidad Carranza nunca efectuó ningún reparto de tierras en toda su actuación revolucionaria, por lo que lo encolerizó la acción del general Lucio Blanco que pasó sobre su soberbia de primer jefe. Por lo demás, el más beneficiado fue Obregón ya que el general Blanco fue uno de sus más activos colaboradores en muchos de sus triunfos.
Finalmente, Victoriano Huerta reconoció su derrota después que la División del Norte de Francisco Villa acabara con el ultimo reducto de su gobierno en Zacatecas, renunciando al poder el 15 de julio de 1914, después de 17 meses de usurpación de la Presidencia del país. Huerta, como su último acto de gobierno, cede las riendas del mismo al anodino ministro de Relaciones Exteriores Francisco Carbajal. Un mes más tarde, Carbajal entregó la plaza de México a los carrancistas por medio del jefe de gobierno del Distrito Federal general Iturbide quien firmó la rendición incondicional (lo que en su momento no hizo Madero al triunfar su revolución) por medio de los Tratados de Teoloyucan; Carbajal también se autoexilio huyendo al extranjero.
Obregón de inmediato y después de la firma de rendición del gobierno huertista, movilizó sus tropas a la ciudad de México, a la que entró el 14 de agosto de 1914, al frente de un ejército de diez y ocho mil soldados. El día 20 del mismo mes Carranza llegó triunfalmente a la ciudad capital y lo primero que hizo fue condecorar a Obregón por el triunfo obtenido en una ceremonia farsantemente ridícula, ya que el camino a la ciudad capital ya había sido despejado y abierto por las tropas del general Francisco Villa al que tanto Carranza como Obregón usurparon su triunfo cuando ingresaron a la ciudad de México con ínfulas de triunfadores.
Al llegar a la ciudad de México enarbolando su falso triunfo, Venustiano Carranza era un hombre de elevada estatura y 55 años de edad, de tupida barba blanca con destellos rojizos, adusto ---jamás sonreía--- y dueño de una tenacidad invencible que muchos calificaban de tozudez. Trataba, en su entrada triunfal y en todos sus actos posteriores, de imitar el imponente porte del general Porfirio Díaz, aunque siempre fue tachado de fatuo, arrogante y narcisista. Nunca fue codicioso de riquezas. Pero entre sus hombres corrió la voz de que: “el viejo no roba pero deja robar”, y el resultado fue que se acuñara el verbo “carrancear” como sinónimo de hurtar, mientras que a los constitucionalistas se les llamaba “consusuñaslistas”. Así, bajo el carrancismo se robusteció la cultura del robo social y de la corrupción gubernamental que impera hasta nuestros días.
Venustiano Carranza, ya en México y con los títulos de Primer Jefe del Ejército Constitucionalista y Encargado del Poder Ejecutivo de la Nación, es decir, con todo el poder sobre la República mexicana, decidió organizar una junta de todos los jefes revolucionarios a fin de decidir el futuro político de la nación, junta que se efectuó en la ciudad de México el 1º de octubre de 1914, es decir, en territorio carrancista, en la que participaron jefes militares y gobernadores todos de índole carrancista ya que ni la División del Norte villista ni el Ejército de Liberación del Sur zapatista decidieron no enviar representantes al no reconocer la neutralidad de la junta.
Antes de la celebración de la famosa junta de generales, Carranza ordenó a Obregón viajar al Estado de Chihuahua para entrevistarse con Villa, y ellos pudieran convencer a otros líderes locales de la importancia de la junta. En su primer viaje, visitaron al gobernador sonorense José María Maytorena quien acusó a Obregón de traición conminándolo éste a comprobar sus acusaciones y antes de que se suscitase un grave altercado entre ambos, Villa tercio calmándolos y logrando un acuerdo entre ambos. Obregón nombró a Maytorena como jefe de las tropas estatales, bajo la condición de reconocerlo a él (a Obregón) como suprema autoridad militar. Para el efecto, el general Juan G. Cabral, aceptado por Villa como un militar confiable, se haría cargo del gobierno del Estado mientras que el coronel Calles y las tropas al mando del general Benjamín Hill, se trasladarían a Chihuahua a las órdenes del general Villa.
Obregón regresó a México y Villa a Chihuahua en espera ambos de que ese acuerdo se cumpliera y que la tranquilidad regresara al Estado de Sonora. Sin embargo, la mano negra de Carranza hizo su aparición rechazando esos acuerdos e incluso tuvo la insensatez de enviar a Obregón nuevamente a Chihuahua sin saber éste que Carranza había desaprobado los acuerdos con Villa y Maytorena y poniendo de esta manera a Obregón en grave peligro de perder la vida ante Villa.
De algún modo Carranza logró que Obregón regresara a Chihuahua para, supuestamente, convencer a Villa de que asistiera a la junta en la ciudad de México. Cuando llegó a su destino, Obregón se topó con una fiera. Juan G. Cabral no había sido enviado a Sonora y Calle aprovechaba la tregua para atacar nuevamente a Maytorena. En un arranque de ira Villa tomó preso a Obregón y estuvo a punto de hacerlo fusilar, salvándose providencialmente por la intervención del general Felipe Ángeles, quien hizo ver a su jefe lo impropio de privar de la vida a un visitante inerme.
La famosa junta de generales carrancistas se reunió en la capital en la fecha prevista, 1º de octubre de 1914, con Villa ausente por supuesto. Carranza la inauguró con un golpe teatral: presentó su renuncia al cargo de primer jefe. Los convencionistas, aun siendo todos carrancistas, por lo menos una buena parte de ellos estuvieron tentados en aceptarla, pero la intervención del licenciado Luis Cabrera, un corifeo de Carranza, mediante un brillante y elocuente discurso en favor de don Venustiano los decidió por la aceptación. Carranza seguía siendo el jefe.
Después de esos sucesos y de que las dificultades entre Villa y Carranza se acentuaron en tal forma hasta llegar al rompimiento entre ambos, se decidió celebrar otra convención en la que asistieran los militantes revolucionarios de todas la facciones y en un territorio neutral como la ciudad de Aguascalientes que está a medio camino entre los territorios de las dos principales facciones revolucionarias (villistas y carrancistas) para buscar la forma de acabar con las dificultades. Obregón se apuntó como representante del constitucionalismo pero con la insana y secreta labor de espionaje para tratar de hacer proselitismo en favor de Carranza pues éste ya tenía toda la intención de traicionar todo lo que fuera proyectado por la naciente convención






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