LA INVASIÓN NORTEAMERICANA. CRONOLOGÍA 1846 – 1848 (4a. Parte)
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Rafael Urista de Hoyos / Cronista e Historiador
Mayo 23 1846
Tanto el presidente como el congreso y la prensa de los Estados Unidos fingían creer y proclamaban que México era el agresor en aquella guerra, y así Taylor tenía órdenes para esperar el ataque de los mexicanos. Esto ocurrió a fines de abril, en que las tropas de nuestro país hicieron prisionero a un destacamento de soldados gringos dentro del territorio nacional, al sur del Río Bravo. Este hecho insignificante, dio origen a que el congreso de Washington hiciera la declaración de existir un estado de guerra entre México y los Estados Unidos a partir de esta fecha, aun cuando días antes el general Zacarias Taylor había iniciado las hostilidades al atacar a fuerzas mexicanas del general Mariano Arista en Palo Alto.
Como consecuencia de tal declaración, se formaron otros dos ejércitos además del de Taylor, el del oeste, al mando del general Kearnay, y el del centro al mando del general Wool. El ejército de Taylor estaba destinado a invadir Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila, avanzando luego al interior del país. El del centro debía movilizarse de San Antonio sobre Chihuahua, reforzando a Taylor; y el ejército del oeste se destinó a invadir Nuevo México y la alta California. Estos planes se modificaron con posterioridad en el segundo período de la guerra.
En cuanto a las fuerzas navales de los Estados Unidos, se destinaron a bloquear nuestros puertos tanto del Golfo como del Pacífico, ocupando Tampico, Guaymas y Mazatlán, combatiéndose además en San Blas, San José, Mulejé y Todos Santos.
Junio 19 1846
En tan breve campaña quedaban ya contrapuestos y determinados los principales rasgos característicos de ambos contendientes, así como su organización y sus elementos de ataque y defensa. El invasor, fuerte ya por la superioridad física de su raza, lo era aún más por la superioridad indisputable de su armamento en general, por lo numeroso y potente de su artillería y de sus caballos, por el arreglo y precisión de su parque, la abundancia de sus víveres, el completo y esmerado servicio de sus trenes y ambulancias, la rapidez e impetuosidad de sus movimientos y la subordinación y la confianza de la oficialidad respecto de sus jefes. En nuestras filas el valor y la decisión eran iguales ó superiores; más la mutua confianza no existía entre jefes y oficiales; el armamento era antiguo y defectuoso; poca y de cortísimo alcance la artillería; casi del todo inútil la caballería; lentos y pesados los movimientos, ocasionando esto en los combates gran pérdidas de vidas; por último, se carecía casi por completo de ambulancias depósitos de víveres y todo lo necesario al buen servicio de un ejército en campaña. En las batallas de Palo Alto y Resaca de Guerrero no se contó con un solo medico ni un miserable botiquín para atender a los heridos: en Matamoros quedaron abandonados equipajes, parque y cañones por falta de carros y de tiros. Este contraste, funestísimo para México, se siguió presentando con muy pocas excepciones hasta en las últimas batallas, y constituye, a nuestro juicio, la razón capital del triunfo del invasor.
AGOSTO 7 1846
El día de hoy, el comodoro Connor, al frente de una escuadra de 8 buques, atacó la Barra de Alvarado, valientemente defendida por el capitán de fragata don Pedro Díaz Mirón, quien obligó a retirarse a los invasores. De igual forma fue rechazado de San Juan Bautista, Tabasco (actual Villahermosa), el comodoro Perry, debido a la defensa que hizo de aquel lugar el coronel don Juan B. Traconis; pero en cambio los invasores se apoderaron de Tuxpan. Todas estas agresiones se deben a que desde marzo pasado el gobierno estadounidense del presidente James Knox Polk, declaró la existencia de un estado de guerra con México unilateralmente y sin existir ningún hecho que hubiera dado origen a tan aberrante traición de un país poderoso contra otro netamente débil y en constante guerra civil.
SEPTIEMBRE 12 1846
Hoy desembarca en Veracruz el general López de Santa Anna mediante un plan previamente concebido por don Valentín Gómez Farías y el general Mariano Salas para hacerse nuevamente del poder y reservarlo para Santa Anna. Extrañamente , lps buques invasores que bloquean el puerto, permitieron la entrada de Santa Anna a Veracruz.
SEPTIEMBRE 18 1846
Nombrado el general Pedro Ampudia para substituir al general Arista en el mando del Ejército del Norte, se reunieron en Monterrey unos cuatro mil infantes y dos mil caballos, con cuarenta y seis cañones, para la defensa de la plaza, la que se fortificó hasta donde fue posible con obras de tierra, aunque sin un plan fijo. Hoy al mediodía se presentan los norteamericanos ante Monterrey, en número de seis mil quinientos hombres y diez y nueve cañones, al mando del general Zacarías Taylor.
SEPTIEMBRE 20 1846
Al presentarse al enemigo ante la plaza, se habían concentrado ya en ella nuestras avanzadas, incluso la caballería del coronel Torrejon, mandada a situarse en la falda del cerro del Obispado. Las columnas invasoras avanzaron hasta cerca de la Ciudadela, practicaron algún reconocimiento, y se retiraron al bosque de Santo Domingo, a una legua al norte de la ciudad, estableciendo allí su cuartel general, ocupando el pueblo de Guadalupe sobre el camino de Cadereyta. En la tarde la columna del general Worth se movió a cortar el camino a Saltillo, y una fuerza de caballería nuestra salió de la plaza y se situó en El Jaguey para impedirselo.
SEPTIEMBRE 21 1846
Este día se batieron ambas fuerzas, retirándose la nuestra a Monterrey después de una brillante carga dada por el comandante del regimiento de Guanajuato don Mariano Morett. Dueño del camino a Saltillo el enemigo, obligó a un destacamento nuestro a retirarse de las lomas frente al Obispado, quitándole dos piezas de artillería y ocupando el fortín de la Federación, punto avanzado de la parte occidental de la plaza. Lo más recio de la lucha del día 21, se empeñó en la línea defendida por el general Mejía, y principalmente en el reducto de La Tenería, que se perdió no obstante del auxilio del tercer ligero; retirándose los defensores hasta el Rincón del Diablo, a tiro de fusil del primer punto, y situándose Mejía en el Puente de La Purísima donde prosiguió la refriega. Unos trescientos hombres de Aguascalientes y Querétaro al mando del teniente coronel Ferro y del comandante del batallón don José María Herrera, y alguna artillería dirigida por el oficial Patricio Gutiérrez, rechazaron allí a los norteamericanos, que, bajo las lanzas del 3º de caballería conducido por el general García Conde, se retiraron al bosque de Santo Domingo, dejando en la Tenería un pequeño destacamento y algunas piezas.
SEPTIEMBRE 22 1846
Continuaron los trabajos de fortificación y por un momento se pensó que podíamos tomar la ofensiva, y salió el general Romero con una brigada de caballería a hostilizar al enemigo. Pero éste, en la madrugada de este día, se apoderó el pico occidental y el más alto del cerro del Obispado, sorprendiendo a 60 hombres que lo defendían; subió a él cañones, y desde allí y desde el fortín de la Federación, rompió sus fuegos sobre el punto del Obispado, defendido por el teniente coronel Berra con doscientos hombres y tres piezas, y que se perdió esa misma tarde, por falta de refuerzos suficientes y oportunos, viniendo con ello a cortarse la incomunicación de la plaza con Saltillo.
Tanto las fuerzas mexicanas como lo voluntarios y aun algunas mujeres, entre las que se distinguió doña Josefa Zozaya, se batieron con valor; pero desgraciadamente el jefe de la plaza, general Ampudia, dio muestras de incapacidad, pues cuando apenas había sido tomado algún punto de la primera línea de fortificaciones, ordenó se abandonara ésta y la segunda línea de defensa, concentrando las tropas dentro del recinto fortificado, desamparando todos los puntos avanzados al norte y oeste y conservando solamente algunos del lado sur, o a la orilla del río, por su relativa proximidad a la plaza principal. En las avenidas del cerro del Obispado quedó una fuerza de 150 hombres, y otra de 500 en la ciudadela a las órdenes del general Uraga
SEPTIEMBRE 23 1846
Temprano se supo este día que las fuerzas enemigas situadas en el Obispado habían sido reforzadas con infantería y artillería, y ocupado la quinta de Arista, el camposanto y otras posiciones contiguas. Se cañoneaba a la ciudad desde la Tenería y la lomas del oeste, y á las diez de la mañana Taylor quedaba ya en posesión de todos los puestos abandonados por nuestras fuerzas la noche anterior. A las once embistió Taylor por el lado de oriente: la resistencia fue heroica. A las cuatro de la tarde una gruesa columna de artillería con infantería descendió del cerro del Obispado; se dividió y tomó los dos caminos que conducen a la ciudad; horadó las casas y penetró en los atrincheramientos de la segunda línea, batiéndose de edificio en edificio con los defensores. Cesó el combate en la noche, y el enemigo arrojaba algunas bombas desde la plazuela de la carne. En el combate de la tarde se cita el caso de una joven de nombre Josefa Zozaya que se presento en algunos de los puntos atacados, animando y municionando a la tropa.
SEPTIEMBRE 24 1846
La defensa de la ciudad de Monterrey se sostuvo por tres días más y pudo haberse prolongado más, pues las líneas invasoras comenzaban a debilitarse y era el momento en que muy posiblemente un ataque generalizado de los mexicanos hubiera obligado a los invasores a retirarse e incluso a dispersarse, pero precisamente en los momentos de más empuje de los mexicanos el general Ampudia, mostrando una gran cobardía aunada a una inexplicable ineptitud, solicitó una capitulación que, desde luego, fue aceptada felizmente por los exhaustos invasores, pues vieron con eso que estando a punto de la derrota, la victoria se les ofrece en charola de plata por un medroso general mexicano.
Esta capitulación de las fuerzas mexicanas en Monterrey, aparte de dar a los angloamericanos la posesión de la ciudad, se les permitía retener las armas siguientes: los oficiales sus espadas, la infantería sus armas y equipo, la caballería sus armas y equipo, la artillería una batería de campaña que no exceda de seis piezas (cañones) con veintiún tiros, comprometiéndose los invasores no avanzar más allá de la línea formada por Paso de la Rinconada, la ciudad de Linares y San Fernando de Presas hasta antes de 8 semanas. Las pérdidas de los angloamericanos fueron 480 hombres entre muertos y heridos, inclusive un general, Butler y noventa y seis oficiales, en tanto las de los mexicanos no llegaron a más de cuatrocientos. La batalla de Monterrey es una fehaciente muestra de la incongruencia y la criminal negligencia de los militares mexicanos, que estando prácticamente victoriosos tuvieran que abandonar la plaza a un enemigo prácticamente derrotado.






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